Y no es hasta justo una semana después de la llegada a Santiago, desde casita ya, cuando me atrevo a escribir sobre lo importante que ha sido para mí el Camino de Santiago. Lo que empezó siendo una genial idea, surgida en época de
exámenes en la biblioteca, se convirtió en una realidad.
Y allí estábamos los 4 locos el día 6 de julio, con una mochila cargada (excesivamente quizás) de kilos, pero mucho más llena de ilusiones, decididos a emprender una gran aventura que deseábamos vivir desde hace años.
Pronto nos dimos cuenta de que el Camino no es un viaje sin más…el Camino es una Avenida que tiene vía directa a valores muy importantes y a los que en estos días aprendimos a valorar. Y es que creo que no se puede describir con una palabra lo que significa que personas que no te conocen de NADA, te lo ofrezcan TODO…y siempre con una sonrisa sincera…Son tantos los aspectos en los que te alejas de la gente que vas encontrándote día tras día en los albergues… pero teníamos un objetivo común y nada ni nadie podía arruinárnoslo, la llegada a Santiago. Poco a poco fuimos convirtiéndonos en una pequeña familia. Juntos, todo era más sencillo…
He de decir que “nuestro Camino”, el Portugués, es una gozada…los paisajes son idílicos, los pueblecitos encantadores y la atención al peregrino perfecta. Las etapas eran tomadas como el reto de cada día. A veces se hacía duro y se pasaba mal, las piernas flaqueaban, la mochila pesaba más kilos de la cuenta y la espalda empezaba a quejarse, los pies daban los primeros síntomas de las tan temidas ampollas, pero siempre, y digo siempre, había alguien al lado para darte ánimos, para transmitirte su fe y su esperanza, para curarte las heridas, para caminar un poco más lento contigo, para contarte chistes y cantarte canciones que te amenizaran las horas y horas caminando. Es entonces cuando te das cuenta de que todo lo que merece la pena en esta vida conlleva un sacrificio, pero que lo que de verdad mueve el mundo es la ilusión, y esa no nos la quitaba nadie…
Y es que es una siesta en un parque al llegar tras una larga jornada a las puertas de un albergue, es una fuente a mitad de un camino sin agua en la cantimplora, es una furgoneta a medias de una etapa con un curilla que te da galletas con nocilla, es una canción que nos inventamos entre los 10 y gritamos a los 4 vientos, es una final de un mundial en la que nosotros, la familia de peregrinos, llenamos un bar, y cantamos y celebramos y gritamos y nos abrazamos… es encontrarse a un alemán y a un belga al final de una etapa dura gritando”¡ELENA!¡ELENA!”, para darte los últimos ánimos, es una partida de incógnito a “burro” con una botella de limoncelo para todos, , es un paraguas que alguien encuentra tirado en Pontevedra, que acaba siendo una “garrota” que nos lleva hasta Santiago, que despidiéndonos firmamos con una navaja y que alguien guardará siempre con cariño acordándose de nosotros…son unos amigos para toda la vida, y es la llegada a Santiago, en la que ya sin fuerzas sales a correr y ves la catedral y te das cuenta de QUE LO HAS CONSEGUIDO … y entonces te sientes llena, y te das cuenta de que todo ha merecido la pena, y de que son tantísimos los momentos sencillos en los que de verdad has agarrado la felicidad durante estos días…
Nunca podré olvidar muchos de los momentos, sensaciones, sentimientos, vivencias, y sobre todo, a la “familia manchega” tan maravillosa que he conocido en este, “nuestro camino”…Y gracias también a los 3 chiflados, enamorados de la vida y AMIGOS, con mayúsculas, con los que comenzó esta hazaña, que tuvo principio, pero no tendrá fin…
Elena